Lo que realmente importa (¿qué pedimos a las marcas?)
Sabemos lo difícil que es para una marca crear su imagen y, sin embargo, lo fácil que es acabar con ella en décimas de segundo. La comunicación corporativa es un arma de gran poder que, sabiendo cómo utilizarla, dará valor a nuestras marcas, nos aportará credibilidad, prestigio y nos hará ganarnos el afecto y la fidelidad de nuestros clientes. Pero también puede volverse en nuestra contra si no la gestionamos de manera correcta. La publicidad es una de las herramientas con las que cuenta toda empresa para llevar a cabo sus estrategias de comunicación. Un conjunto de mensajes emitidos hacia sus diferentes públicos externos, encaminados a mantener o mejorar sus relaciones con ellos, a proyectar una imagen favorable o a promover sus actividades, productos o servicios.
Las marcas deben ser conscientes del panorama actual al que se enfrentan, la sociedad está en continuo cambio así como sus necesidades. Conocer a tu público, sus preocupaciones, sus costumbres y sus miedos debe ser el punto de partida de cualquier estrategia de comunicación. Y es aquí donde aparece el concepto de compromiso social de la publicidad. El objetivo de cualquier campaña publicitaria es plantear un conflicto existente en la sociedad con el que nos sintamos identificados, pero no a cualquier precio. Aunque no seamos conscientes, la publicidad tiene residuos tóxicos que no se ven, que no son tangibles pero que existen y se quedan para siempre en las personas. Debemos ser conscientes del poder que tenemos en nuestras manos y del daño que podemos causar si hacemos un mal uso de estas herramientas.
Muchos publicistas defienden que la función de la publicidad es solo vender y que no hay que pedirle más. Pero una cosa es pedir más y otra exigir menos. Es posible vender un producto y hacer un spot comprometido con la realidad social, aunque no todas las marcas entienden que puedan generar un beneficio social a través de la publicidad. Nadie mejor que el equipo creativo de una compañía para tocar el corazón de la marca. En la actualidad, lo que les falta a las marcas es afianzar su relación con el consumidor y ponerse al día con las necesidades reales de las personas a las que quieren llegar con sus campañas. Los consumidores ya no nos conformamos con todo y las agencias tienen que esforzarse cada vez más para que sus mensajes nos lleguen y nos hagan sentir diferentes, partícipes de una nueva historia que nos emocione o en la que veamos reflejados nuestros problemas más cotidianos. Las marcas deben ser conscientes de que los consumidores tenemos la opción de dedicar nuestro tiempo solo a aquellos mensajes que también se preocupen por las personas, esas con nombre y apellido, esas que se encuentran detrás de las cifras y los segmentos de mercado.